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22.12.09

Movimientos sociales: los rostros de la acción colectiva



¿Qué tienen en común la protesta reciente sobre "el placazo", las acciones peatonales en contra del proyecto de alta velocidad en López Mateos o los paseos nocturnos en bicicleta, todos en Guadalajara? Su novedad, dirán muchos. Su aparición "como coyun-tura", dirán otros más académicos. Su común denominador: las controversias sobre movilidad y proyectos urbanos. Su "grilla", dirán los eternos y maliciosos escépticos. Todas esas características y, también, todas las que se nos ocurran ahora o en otro momento. En efecto, el común denominador es que se trata de ejemplos de movimien-tos de la sociedad, de efervescencias políticas en el sentido más correcto y menos co-rrompido del término, de acciones colectivas con diferentes matices y que confluyen para evidenciar las facetas heterogéneas que dibujan a la sociedad.

Por eso, porque se trata de meros ejemplos que sirven para visibilizar la proteica composición de lo social, este número de FOLIOS dedica su dossier a hincarle el dien-te al extraño, manoseado y volátil tema de los movimientos sociales. Así, como con-vencionalmente se denominan en terrenos de las ciencias sociales. No es extraño, por lo mismo, que este número presente algunas reflexiones variopintas alrededor del te-ma, considerando elementos conceptuales, definiciones, tipologías, formas de acción y consecuencias sociales. Lo que une al conjunto de escritos aquí reunidos es, abusando de las identificaciones, su espíritu sociopsicopolítico, para emplear una palabreja que invite al trabalenguas. O su raigambre dentro de la vieja tradición psicosocial que tanta falta hace a la hora de analizar esta expresión de la acción colectiva. Porque, ¿no es verdad, curioso lector, que los movimientos sociales siempre son materia de la sociolo-gía, la ciencia política y hasta la economía política, y pocas o ninguna de la psicología social?

Es evidente que la reflexión sobre lo político parece ser zona exclusiva para los analistas políticos (cualquier cosa que signifique dicha denominación), los politólogos (?), los expertos de la ciencia política y, a veces, abogados metidos a lo político vía los organismos burocráticos y parasitarios que son los partidos. En efecto, procurar una reflexión que vincule lo político con lo social, haciendo el experimento de no recurrir una vez más a los expertos ya referidos o a sus émulos en la sociología, es una apues-ta contenida en este número de FOLIOS. Dicho al paso y en honor a la verdad, hay que enfatizar que este dossier ratifica la claridad que tiene el IEEJ sobre una publica-ción como esta que tienes en tus manos: se trata de un órgano de reflexión y de edu-cación cívica que completa la tarea alrededor de los procesos electorales.


Pero ya me estoy yendo por los cerros de Úbeda. Vuelvo a los movimientos so-ciales. Conviene señalar algunas coordenadas para la lectura de los artículos y el de-bate, si les parece:
En primer lugar, la idea de que eso que convencionalmente se conoce como movimiento social es un cascarón vacío, inservible para analizar la acción colectiva en sus formas actuales.
En segundo, que los rasgos que usualmente caracterizan a los movimientos, a saber: intencionalidad, discurso, prácticas, identidad, liderazgo... son meros tipologiza-dores que resultan insuficientes y claramente reificadores.
En tercer lugar, que la subyacente racionalidad de los movimientos sociales no aparece por ningún lado a la hora de enfrentarse al análisis vivo y que, por el contrario, existen enormes dosis de afectividad, sinsentido, contagio o imitación que no siguen reglas lógicas.
En cuarto, que la presencia de lo volátil y lo inestable, antípodas de las defini-ciones clásicas, es lo que salta a la vista en la mayoría de los movimientos contempo-ráneos.
En quinto lugar, que el añadido de "nuevo" a los movimientos sociales inexpli-cables desde la perspectiva convencional, no es sino una ingenua fe en las palabras que se parece mucho a la que hay detrás de matices como "todos" y "todas", "chiqui-llos" y "chiquillas", "diputados" y "diputadas", etc., como si la palabra fuera un objeto mágico que disolviera los entuertos y las desigualdades.
En sexto, y para no prolongar la enumeración, que en realidad no existen los movimientos sociales sino confluencias de civilidad, colectividades emergentes, agen-cias comunes, impulsos concurrentes.

Para debatir estas afirmaciones están los artículos del dossier. En el entendido de que resulta absurdo pretender una glosa de lo que a ellos les ha tomado decenas de folios, no haré ninguna presentación de sus contenidos, sino que me ceñiré a la idea de que sean autores: autores, autoridades que hablen para que los demás les responda-mos, voces que presentan algunas ideas para el debate, responsables de sus propias aseveraciones. Porque, claro, a mí sólo me corresponde la cortesía de recibirlos con los brazos abiertos en este número y de lanzarles como provocación estas líneas de fuga ancladas en las voces de Sloterdijk, Bauman, Sennett, Castoriadis, Foucault, mi “santo y seña”.

Porque estoy convencido de que el debate es el mejor amigo de la inteligencia, que la cortesía no significa coincidencia forzada, que no se puede hablar desde la dis-tancia de un tema como el que nos ocupa sin provocar, muy maliciosamente, que la colectividad de autor y lectores, se meta al berenjenal de discutir, discentir y renovar la manera de pensar la acción colectiva y lo cívico-entendido-como-lo-real-poítico. A final de cuentas, la voluntad, la libertad, la ilustración y la agencia son categorías filosóficas casi desaparecidas de las ciencias sociales contemporáneas, y que conviene recuperar para entender la íntima naturaleza social de los mal llamados movimientos sociales. A la postre, lo que se obtiene como conclusión es la inutilidad, la sinrazón dispendiosa de cualquier forma de mediación política: partidos, instituciones, aparatos de gobierno: mediapolítica, como trasto inútil que conviene erradicar.

¿Qué tienen en común los ejemplos citados al inicio de este escrito? ¿Son mo-vimientos sociales? Al final de la lectura del dossier (o en el momento en que se les an-toje), ustedes decidirán si realmente importa categorizarlos.

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