La esfera de lo político tiene una dignidad propia que no puede ser obviada. Recordar los méritos, las virtudes, la honestidad o la autoridad de esa esfera no es solamente un simple juego de palabras, un pasatiempo propio de especialistas, o una necedad de espíritus con hambre o sed de reconocimiento público. Dignificar a lo político significa, por el contrario, volver a colocar el análisis de las representaciones simbólicas, es decir, la reflexión sobre la dimensión político-ideológica que un régimen traza de sí mismo -y con las cuales intenta dar sentido a su historia en perspectiva- en el lugar que por derecho le corresponde. La esfera de lo político goza de un estatuto particular que imposibilita cualquier reducción de sentido. Reducir esta esfera particular al campo de lo económico, lo jurídico o lo ético, es apostar por un saber político vaciado de contenido o, si se quiere, un saber sin sabiduría.
Lo político, en consecuencia, no es un hecho, una cosa, un dato, una conducta, un valor o una superestructura que esté dada de una vez y para siempre, sino es, ante todo, un espacio simbólico al cual debemos arrancarle su significado. El significado de lo político en la sociedad contemporánea se le ha esfumado a la ciencia y la sociología políticas, que han reducido lo político a una teoría de las instituciones públicas. Lo político, por el contrario, tiene un sentido instituyente que no puede agotarse en lo instituido. De ahí que la esfera de lo político sea irreductible al campo de la política.
En este dossier de Folios queremos descifrar “los nuevos rostros de lo político”. La novedad de esta dimensión de la vida pública se encuentra en el debilitamiento de las fronteras entre el ámbito del Estado y la esfera de la sociedad. En efecto, lo político moderno se articula a partir de un proceso contingente y simultáneo: la desestatización de la política y la politización de la sociedad, vale decir, la expropiación de la política a los políticos profesionales y su recuperación por parte de la sociedad civil que es vista como una esfera pública. De ese proceso queremos dar cuenta en esta entrega de Folios. Para ello, hemos preparado un dossier de doble entrada que esperamos sea del agrado de nuestros lectores: por un lado, una entrada teórica, que da cuenta de las metamorfosis del concepto moderno de lo político; y, por el otro, un acceso empírico, que ofrece claves para poner en escena la esfera de lo político moderno. Dentro del horizonte teórico, María Antonia Muñoz ofrece un sugerente texto sobre las potencialidades democráticas del concepto de lo político a partir de las aportaciones de dos destacados teóricos políticos: Ernesto Laclau y Jacques Ranciére. Ambos retoman el concepto de lo político como un proceso oblicuo que desborda el encapsulamiento que la sociología y la ciencia política positivistas han realizado acerca de la política. Arturo Santillana Andraca, por su parte, presenta una aproximación novedosa al problema de la legitimidad: más allá de la famosa tipología weberiana de las formas de legitimidad, se encuentra la “microfísica de la legitimidad” elaborada por Michel Foucault. Dicha legitimidad se reproduce cotidianamente en la subjetividad y en la intersubjetividad. Finalmente, pero no al último, Ángel Sermeño presenta un panorama general sobre las transformaciones y desafíos que enfrenta la teoría democrática contemporánea, a la luz de procesos como la modernización y globalización; las nuevas expresiones del conflicto social; y los dilemas y presiones de la democracia.
En el contexto de la puesta en práctica de la dimensión de lo político, Sergio Ortiz Leroux ofrece una clave de lectura de la crisis política que atraviesa actualmente nuestro país a partir de su diagnóstico como una crisis de Estado, no como una crisis postelectoral, que podría atenderse si se refundan las bases de la República. Silvano Cantú, por su parte, recupera categorías centrales de la filosofía política de Arendt: labor, trabajo y acción, para dar cuenta de la dimensión de lo político en el campo particular de la cafeticultura. Sirva este trabajo, como un sencillo (y un poco tardío) homenaje que los editores de esta revista hacemos a la bella Hannah Arendt (1906-1975) en el centenario de su natalicio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario