La crisis de legitimidad y representatividad que atraviesan las democracias realmente existentes en América Latina y Europa ha provocado un vuelco en las prácticas y discursos políticos. En la actualidad, el foco de atención de la política democrática ha pasado del diseño liberal, centrado en los partidos políticos y en las instituciones y reglas de la representación y el gobierno, al diseño republicano, que pone acento en la formación democrática de los ciudadanos como condición de posibilidad de la sociedad democrática. Con ello, la educación cívica o educación para la ciudadanía ha dejado de ser un asunto de interés estrictamente académico-intelectual para convertirse en uno de los temas clave de nuestro tiempo. Desde esta mirada singular se afirma, y no sin razón, que no puede haber ni puede persistir una sociedad democrática (polis) sin una educación democrática (paideia), ya que las instituciones y las reglas de la democracia deben funcionar no solamente según su letra sino, sobre todo, de acuerdo a su espíritu. De ahí que el espíritu de la democracia descanse, en clave republicana, no en una entidad metafísica o esotérica sino en una ciudadanía activa, participativa, exigente e informada. Sin ella, esta forma de sociedad estaría firmando su propia acta de defunción.
La formación democrática de los ciudadanos es una tarea que corresponde al Estado y a la familia, a la escuela y al barrio. Se encuentra, por tanto, a caballo entre lo público y lo privado, lo visible y lo oculto, lo común y lo particular. Su contenido requiere nutrirse tanto de aspectos cognoscitivos (derechos, deberes, normas, instituciones) como en los prácticos (participación, reflexión, deliberación, etcétera). Cuando eso no acontece, la idea de ciudadanía no es más que un simple referente normativo que en los hechos es desmentido por prácticas políticas como el clientelismo, el corporativismo y el particularismo. De ahí a la apatía y a la llamada “anti-política” no hay más que un simple paso.
En la presente entrega de Folios queremos hacernos cargo de la educación cívica como un pilar central de la arquitectura democrática. Para ello, hemos preparado un Dossier especial que esperamos sea del interés y agrado de nuestros –suponemos- numerosos lectores. En un primer momento, Sergio Ortiz Leroux aborda, desde una mirada teórica, dos modelos normativos de educación cívica: el republicano y el liberal, a fin de analizar el papel que juega la educación cívica en la sociedad democrática y el tipo de educación que deben recibir los ciudadanos si lo que se quiere al final del túnel es priorizar el interés común de la República sobre los intereses particulares de los individuos. Silvia L. Conde, por su parte, revisa el tránsito del civismo clásico a la educación ciudadana en México y en otros países del mundo a partir de la década de los setenta. Un denominador común de este abanico de cambios y reformas es la definición de la ciudadanía en un sentido amplio, que deja de concebirse como un mero estatus jurídico, para referirse a un sentido de pertenencia y corresponsabilidad con la comunidad política. En un tercer momento, Álvaro Aragón Rivera repasa los principales proyectos educativos en el México del siglo XX con el objeto de contextualizar el origen y desarrollo de los cursos de “Formación cívica y ética” que se imparten en el nivel de secundaria. Lo anterior le permite sopesar los principales avances y retrocesos que enfrenta esta singular asignatura escolar. Por su parte, Alejandra Medina Altamirano analiza la difícil y contradictoria relación entre la educación cívica y la consolidación democrática, poniendo especial énfasis en algunos aspectos que dificultan la plena afirmación de una cultura política democrática: la concepción dual de la democracia; la ausencia de mecanismos para una real y oportuna rendición de cuentas; y el papel que juegan los medios de comunicación, principalmente la televisión, como instrumentos de educación y socialización políticas. Finalmente, pero no al último, José Sadoc Benítez Ortiz presenta un breve pero sustancioso trabajo sobre el rol que tiene la educación cívica en el desarrollo social, especialmente en sociedades donde el conocimiento, la ciencia y la tecnología se han convertido en herramientas fundamentales para conseguir un desarrollo humano más justo, libre y equitativo.
Esta es, en suma, la apuesta intelectual y puesta en escena que hacemos los editores del presente Dossier de Folios. La pelota, ahora, está en la cancha de nuestros lectores y amigos. Esperamos que su lectura y, seguramente, posterior discusión contribuyan, por lo menos, a que los “juegos” que regularmente “jugamos” estén guiados cada vez más por las reglas del fair play o juego limpio. A las pruebas nos remitiremos.
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